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Llevarse mal con un vecino no es nada raro. La convivencia en la escalera, el portal, el garaje o la linde puede provocar roces. En 1927 en Guijo de Galisteo la situación se les fue de las manos y un residente se ganó el título del peor vecino de Extremadura.
Era julio y las temperaturas asfixiantes. Esa pudo ser la causa que impulsó a Pablo, un agricultor de Guijo de Granadilla, a dormir en la era de su casa, al aire libre buscando el frescor. Al día siguiente apareció muerto, con el cuerpo lleno de puñaladas. Una de ellas le alcanzó el corazón, por lo que se había desangrado rápidamente.
Su muerte parecía un misterio en un pueblo de un millar de habitantes y en el que no ocurrían sucesos habitualmente. Los vecinos se preguntaban cómo era posible que alguien hubiese atacado a Pablo mientras dormía, cómo había logrado acercarse tan sigilosamente y apuñalar en muchas ocasiones a un hombre fuerte sin que este se despertase, pidiese ayuda o huyese.
Pero el autor del crimen no era tan misterioso para los habitantes de Guijo de Galisteo. Pablo tenía una fuerte rivalidad con un vecino suyo, Bruno, aunque no había evidencias directas de que hubiese sido él. El hijo de Pablo, sin embargo, afirmó que había visto a Bruno marcharse de su casa por la noche y fue detenido.
El julio se celebró ocho meses después en la Audiencia Provincial de Cáceres. La sala de lo Criminal, como se denominaba entonces, «estaba abarrotada de público que sigue la intriga del esclarecimiento del terrible hecho», publicó el periódico Nuevo Día en su sección de tribunales.
El fiscal mantuvo que Bruno, para cerrar su enemistad con Pablo, se acercó sigilosamente a la era de su vecino, donde sabía que estaba durmiendo, y le asestó al menos cuatro puñaladas con un cuchillo fino que no se encontró posteriormente. El representante del Ministerio Fiscal, en un alarde de teatralidad, describió al procesado como un hombre que había aprovechado «la noche y el reposo de la víctima, llegando a ella cautelosamente, con paso de fiera, para hundirle cuatro veces el puñal».
Por estos hechos la Fiscalía pidió cadena perpetua para el procesado al entender que cometió un delito de asesinato.
Bruno declaró en la causa que era inocente de los hechos. Confirmó el conflicto con su vecino, aunque no se desveló cuál había sido la causa que había provocado que se tratasen mal desde hace años.
Varios vecinos de Guijo de Galisteo pasaron igualmente por la Audiencia Provincial de Cáceres para confirmar el enfrentamiento y declarar que, cuando murió Pablo, gran parte del pueblo sospechó de la implicación de su vecino.
El informe que presentaron los forenses no fue definitivo para las conclusiones. Los peritos médicos indicaron que su principal hipótesis es que se trataba de un asesinato con alevosía al recibir las puñaladas por la espalda.
Sin embargo, a preguntas de la defensa, reconocieron que las heridas también se habían podido producir de frente. Eran tan profundas que atravesaban el cadáver.
Los médicos tampoco supieron decir si la víctima estaba despierta o dormida cuando al quien lo atacó. «Estos extremos queda ocultos en la negrura de la noche del crimen en la que no hubo ni luna que alumbrase el cuadro siniestro», añadió la prensa.
El testimonio más determinante fue el del hijo de la víctima, un muchacho joven que fue la única persona que afirmó que había visto al acusado esa noche saliendo de su casa.
Tras los testimonios y las pruebas, el fiscal mantuvo en sus conclusiones el mismo relato que al inicio del juicio y solicitó de nuevo que Bruno fuese condenado a cadena perpetua.
El abogado defensor, según destacaron varios periódicos, hizo un alegato impactante. Mantuvo que todo el caso estaba basado en las habladurías se un pueblo. Lo calificó como un «peligroso rumor popular» en una localidad pequeña «tan propensa a padecer graves errores jurídicos».
La defensa también puso en duda el testimonio del hijo. Por eso solicitó la absolución del procesado, o en su caso, una condena de solo 14 años al tratarse de un homicidio simple y no de un asesinato.
Los argumentos del abogado defensor calaron en el tribunal, aunque solo en parte. Consideraron a Bruno responsable de la muerte de su vecino Pablo, pero redujeron la condena a homicidio y fue condenado a 14 años de prisión.
El fallo no contentó demasiado a los vecinos de Guijo de Galisteo que estaban muy afectados por la muerte violenta de un vecino, pero así terminó el misterio de la era.
Este caso no fue el único que se integró en la Crónica Negra de Extremadura e implicó a vecinos mal avenidos. A principios del siglo XX dos amigos de Usagre compraron una finca a media, colocaron una valla para marcar la linde y eso fue el final de su amistad y el inicio de un crimen.
En mayo de 1913 uno de los vecinos perdió el derecho de paso por las tierras del otro en un juicio. El día 13, contraviniendo la orden judicial, invadió el campo del que fue su amigo, se acercó hasta él y lo apuñaló mortalmente.
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