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En tiempos de mensajes fugaces y pérdida instantánea de la atención Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) saca una novela de nada menos que ... 1.600 páginas en dos tomos. La primera parte de 'Mil ojos esconde la noche', 'La ciudad sin luz', fue publicada la pasada primavera. En el mes de marzo de este 2025 salió la segunda y última entrega, 'Cárcel de tinieblas'. Esta monumental obra, editada por Espasa, retrata la vida de artistas, escritores y periodistas españoles residentes en París durante los años de la Ocupación alemana. Pablo Picasso, César Gómez-Ruano, Gregorio Marañón, María Casares o Ramón Serrano Suñer son algunos de los nombres que salpican una obra que protagoniza un personaje de ficción, Fernando Navales, un resentido camisa vieja de Falange al que se le encarga una misión muy particular: atraer a todos esos intelectuales a la causa falangista. El autor estará este lunes a las 20 horas en el Aula de Cultura HOY (chalé de los Málaga, sede de Cajalmendralejo) para presentar la última entrega de su novela, la duodécima dentro de una fecunda carrera literaria que cuenta con ensayos, relatos breves y artículos periodísticos que publica en ABC y XL Semanal. De Prada ganó el premio Planeta con solo 26 años por su novela 'La tempestad'.
–No es la primera vez que viene a Cáceres. En 2012 ganó el premio de periodismo Mercedes Calles por un artículo sobre esta ciudad.
–Es una de mis ciudades predilectas y donde más me gusta pasear y descansar. Siempre tiene sorpresas para el visitante, es uno de mis refugios.
–Es una novela monumental, de 1.600 páginas. ¿Considera que es su gran hito literario?
–Es una novela en la que me he dejado la vida, que me ha supuesto muchísimo trabajo, muchísimos años de búsquedas en archivo y hemeroteca. La novela nos cuenta la vida de decenas de personajes durante la Segunda Mundial en París, personajes que en general no habían dejado rastro de lo que había sido su vida durante todo este tiempo, que ocultaron muchas de las cosas que hicieron porque sabían que eran cosas mal hechas. El trabajo de documentación ha sido tremendo y luego la arquitectura de la novela, la escritura propiamente dicha. Es una novela en la que me he dejado media vida a jirones y he puesto lo mejor de mí mismo, porque está escrita de una manera muy particular. Fernando Navales es el protagonista y narrador de la historia, tiene una voz muy peculiar y hay que hacer un ejercicio de humildad para entregarle la voz y también de resistencia para mantener el tono brutal y crudo de contar las cosas.
–Navales es un antihéroe, una persona que se redime...él también ejecuta su particular viaje a lo largo de la novela.
–Bueno, digamos que las tinieblas se extienden a medida que la guerra avanza y la situación en París es más dramática. En la segunda parte él empieza a hacerse preguntas y empieza a plantearse dilemas morales, algo que antes no hacía. Él empieza a titubear en su malignidad y asistimos a un periodo de catarsis doloroso con resultado incierto.
–Ha comentado en alguna ocasión que hallar documentos del pasado pone a muchas personas en un plano que ni ellas mismas querrían reconocer.
–Sobre todo este rollo de la memoria histórica pienso que una historia construida sobre la memoria personal es un delirio, porque nosotros recordamos a la medida de nuestra conveniencia, esto siempre es así. Hay que abogar por una historia que reconstruya el pasado a través de los documentos, porque nunca engañan y creo que sin ser la verdad absoluta aportan mucha más verdad y más luz sobre el pasado que los testimonios personales.
–¿Hay algún personaje al que le dé la vuelta en esta novela?
–Los más logrados son los personajes femeninos, los que resultan más conmovedores y atractivos: María Casares, la gran actriz, Victoria Kent, la poeta Ana María Martinez Sagi...Pero no me quedaría con ninguno, todos los personajes son poderosos y valiosos.
–¿París es un personaje más de la novela?
–París es una ciudad que tiene una fascinación especial sobre todo para un artista o un escritor, porque ha sido la gran capital de las letras y de las artes durante todo el siglo XX. Ahora no está tan claro pero es que tampoco está tan claro que el arte no haya muerto.
–Ha escrito, y permítame el término, un gran tocho en este mundo en el que cada vez se lee menos, aunque se siguen vendiendo muchos libros...
–No, yo no creo que sea así. Yo lo que creo es que desgraciadamente las grandes editoriales se dirigen más a personas que no leen, y entonces publican bazofias para gente que no lee y que compra los libros simplemente porque los ha escrito no se qué estrellita de televisión o no se qué famosete grotesco. Y esto es indigno y repugnante y algún día pagarán por ello todas estas editoriales. Yo me dirijo a la gente que lee y que buscan apuestas fuertes en las que el autor se deja la vida. Yo no quiero escribir novelitas para señores y señoras que quieren pasar el rato y contárselo a sus amigos.
–Y todas esas páginas las escribe a mano. ¿Esa forma de escribir supone entregar más de usted?
–Mi obra de creación la escribo a mano y los artículos en el ordenador. Es una escritura que requiere mayor concentración, que es más artesanal, más lenta, más demorada, creo que es una lanza que uno rompe por una literatura sin concesiones, en donde lo dejas todo, que es una efusión de tu propia vida interior. Cuando uno escribe en el ordenador la máquina de alguna manera nos suplanta, nos quita un poco de personalidad.
–El escritor Luis Landero también escribe a mano.
–No lo sabía y me agrada saberlo, porque Luis Landero es el mayor escritor vivo que existe en España, y no me extraña, lo veo plenamente coherente.
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