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¿Qué ha pasado hoy, 10 de junio, en Extremadura?
Andrew O'Hagan, autor de 'Caledonian Road', posa en un hotel de Madrid. José Ramón Ladra

Andrew O'Hagan

Escritor
«Si alguien quiere blanquear 150 millones, lo mejor es comprar un Matisse»

Firma una monumental novela satírica, 'Caledonian Road', en la que deja al aire las vergüenzas de las clases altas británicas

Lunes, 2 de junio 2025, 00:05

Parafraseando a Shakespeare, algo huele a podrido en Gran Bretaña. En un corrosivo fresco de las élites británicas, el escritor escocés Andrew O'Hagan acaba de publicar 'Caledonian Road' (Libros del Asteroide), una monumental e inclemente novela sobre el Reino Unido posBrexit. 'Hackers', oligarcas rusos, 'influencers' y aristócratas corruptos comparecen en esta ficción satírica en la que todos se mueven como marionetas siguiendo el olor del dinero. Después de indagar en las tripas del 'caso Wikileaks' y de un intento frustrado de escribir la biografía de Julian Assange, O'Hagan ha alumbrado una ambiciosa obra de tintes dickensianos en la que deja al aire la vergüenzas de los poderosos.

-Indaga en el lado oscuro del mercado del arte. ¿Es tan tenebroso como dicen?

-Sí, es muy oscuro; se ha convertido en una forma sofisticada de blanqueo de capitales. Si alguien quiere blanquear 150 millones, lo mejor que puede hacer es comprar un Matisse. Eso lo han explorado desde Madonna hasta la aristocracia, pasando por galeristas o marchantes.

-¿No le parece a veces el arte actual una tomadura de pelo?

-Claro, si hay un chicle pegado en el suelo, alguien siempre intentará convencerte de que vale cinco millones. Y hay gente tan idiota que se lo cree. Es absurdo.

-¿Las grandes potencias están pagando con las migraciones masivas su oscuro pasado colonial?

-Es hipócrita que, después de haber cometido actos históricos de genocidio y violencia económica contra ciertos pueblos, ahora se pretenda deportar a esas personas o negarles la entrada a una sociedad decente. Eso es añadir el insulto a la herida. Incluso nuestro último primer ministro, Keir Starmer, que se proclama socialista, declaró recientemente que no queríamos que el Reino Unido se convirtiera en una «isla de extranjeros», es decir, no quiere gente de fuera. Es terrible.

-¿El auge de la ultraderecha es resultado de la apuesta por las políticas de austeridad que se acometieron con la Gran Recesión?

-Sí, por supuesto. Las condiciones económicas empujan a la gente hacia el extremismo. Ha pasado en Italia, Alemania, España y Estados Unidos. Cuando se condena a una parte de la población a la pobreza, la gente no reclaman más justicia, sino más extremismo. El miedo es el gran motor de la histeria política.

-¿Cree en la meritocracia?

-Yo soy un ejemplo. Crecí en una vivienda social a las afueras de Glasgow. Mi madre era limpiadora en una escuela, mi padre carpintero. Tengo tres hermanos mayores que dejaron la escuela a los 16 años. Era un entorno de clase trabajadora, y yo logré progresar desde ahí.

-¿Pero no piensa que el ascensor social ese ha averiado en los últimos años?

-Sí, estamos atrapados en un patrón de creciente separación. Si miramos a Estados Unidos, por ejemplo, muchas de las personas más pobres son también las más conservadoras. Ya lo vimos en en la Alemania nazi: las clases populares que se sentían excluidas y despreciadas acabaron abrazando a líderes carismáticos que prometían venganza y disrupción.

-¿Eso también ocurre con Trump?

-En Estados Unidos las clases más pobres o menos privilegiadas son, cada vez más, las que votan a la derecha. Son las mismas que eligieron a Trump. En Alemania comienza a ocurrir algo similar. Las clases populares, las más susceptibles a la manipulación, se sienten atraídas por líderes muy carismáticos que denuncian su situación y fácilmente se alinean con ellos.

«Cuando se empobrece a la población, la gente no reclama más justicia, sino más extremismo. El miedo es el gran motor de la histeria política»

-Por cierto, la frontera entre los negocios privados de Trump y su desempeño como presidente cada es cada más difusa.

-Es sorprendente. En el reciente viaje a tres países del Golfo Pérsico todo se entremezclaba, las criptomonedas, la corrupción, los intereses económicos... Los códigos de lo público se han contaminado con los intereses privados. Trump, sus hijos y su gabinete actúan sin pudor, guiados únicamente por el afán de beneficio personal. Es algo vergonzoso.

-Como 'gentleman' que es, ¿le espanta la vulgaridad de Trump y su gente?

-Me repugna. Es una manifestación de algo violento y perjudicial. Trump es una figura grotesca. Creo que, dentro de unos años, miraremos esta época con incredulidad. Hasta Reagan parecerá, en comparación con él, un modelo de racionalidad y estilo.

«Ni derrotado ni deprimido»

-Es usted periodista ¿Cree que los medios tradicionales tienen futuro?

-He crecido en la época del gran periodismo. En estos días he entado leyendo a Joan Didion. Me he dado cuenta de que entonces existía un deseo auténtico de decir la verdad, de enfrentarse al poder. Hoy ese deseo está siendo interrumpido por líderes iconoclastas que consideran que los periodistas deberían estar en la cárcel. Ahora, el poder reacciona con violencia cuando se le cuestiona. No me siento derrotado, ni deprimido. Es el momento de alzarnos y luchar por la verdad.

-Y si tiene que hacer autocrítica, ¿qué han hecho mal los periodistas?

-Para empezar, Rupert Murdoch ha convertido la prensa en un instrumento subordinado al dinero y a los prejuicios ideológicos de clase. Ya no se trata de pensar con claridad, sino de obedecer intereses. Y lo mismo que hablo de Murdoch puedo hacerlo de Mark Zuckerberg o Elon Musk: personas que convierten cínicamente herramientas de comunicación en instrumentos de 'marketing'.

-Intentó escribir una biografía sobre Julian Assange. ¿No se dejó seducir por el personaje?

-Assange es un ejemplo de cómo incluso los idealistas con proyectos brillantes pueden ser arrastrados por su propio ego. Intenté ayudarle a que sobreviviera a sí mismo.

-Pero, ¿no deberíamos estarle agradecidos? Gracias a él se desvelaron muchos secretos.

-Por esa parte le tengo mucho respeto. WikiLeaks ha sido una herramienta fundamental para exigir a los gobiernos que digan la verdad. El problema es que Assange no protegió a sus fuentes, como cualquier periodista debería hacer. Intenté que clarificara su posición política, pero se negó. Acabó haciendo alianzas con fuerzas políticas oscuras, incluido Donald Trump.

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