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En el negocio del entretenimiento, hay nombres que te hacen salivar. Uno de ellos es, sin duda, el de Alan Alda; otro, el de Tina ... Fey. Por eso, si Fey adapta para Netflix 'Las cuatro estaciones', la película dirigida y protagonizada por Alda en 1981, una se sienta a ver la serie con ganas: sabe que no se va a encontrar con una de esas comedias tristes y ásperas que te hielan la sonrisa, sino con un humor que va a intentar hacer digerible hasta el trago más amargo.
Si para contar esta historia sobre la mediana edad Alan Alda se rodeó de algunos de los mejores comediantes de su época, como Carol Burnett y Rita Moreno, Fey hace lo propio al compartir escenas con Steve Carell, Will Forte y Colman Domingo. Además, se da el gusto de que Alda aparezca en un cameo y de escribir la adaptación a seis manos con Lang Fisher y Tracey Wigfield, sus compañeras de 'Rockefeller Plaza', cuyas siete magníficas y desternillantes temporadas están disponibles en Movistar Plus +.
Quizás, lo más extraordinario de 'Las cuatro estaciones' sea su punto de partida: que tres parejas de cincuentones logren cuadrar sus agendas para hacer un viaje en grupo cada tres meses es bastante improbable, por no decir imposible. O no hay dinero, o no hay tiempo, o ninguna de las dos cosas. Obviando ese planteamiento inicial de ciencia-ficción, nos encontramos con un retrato generacional a través de seis amigos que, a lo largo de los años, han compartido sus vidas. Ahora, también van a compartir un divorcio: Nick (Steve Carell), en un ataque de peterpanismo, abandona a su mujer Anne (Kerri Kenney-Silver) por otra más joven tras 25 años de matrimonio. Y la crisis de pareja se convierte no solo en una crisis entre los amigos, esa que te obliga a mantenerte en un precario equilibrio para no acabar decantándote por uno de los ex cónyuges, sino también en una crisis personal que te hace plantearte si has conseguido lo que te proponías, si tu vida es lo que esperabas en un momento en el que empiezas a entrar en el tiempo de descuento. Es entonces cuando te debates entre quemar los últimos cartuchos o asumir la derrota y empezar a planificar el futuro buscando plaza en Prados Soleados.
Las otras dos parejas están formadas por Kate (Tina Fey) y Jack (Will Forte), un matrimonio que se enfrenta al nido vacío y a una convivencia rutinaria, y por Danny (Colman Domingo) y Claude (Marco Calvani), suponiendo esta última una diferencia notable con respecto a la película original al ser una pareja interracial constituida por dos hombres. Fey es generosa con todos sus personajes: por un lado, los contempla con ternura, alejándose de un tono hiriente y satírico; por otro, les da situaciones en las que sobresalir por separado, mientras aprovecha adecuadamente esa sensación de camaradería que transmiten cuando están juntos.
Sí se echa en falta, viniendo de quien viene, un poco más de riesgo y de agudeza: aunque se agradece que no sea otra mirada descarnada y agria sobre la madurez, Fey posee las herramientas suficientes para conseguir más profundidad, más hondura, y de hacerlo sin necesidad de abandonar ese talante afable con el que los personajes se enfrentan a los sinsabores de la vida. A pesar de todo, y en medio de distopías que cada vez nos resultan menos ajenas, pasar un rato entre viejos amigos es reconfortante.
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