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Los docentes españoles lo tienen muy claro. Tres de cada cuatro educadores consideran que el aumento exponencial de uso y abuso de las redes sociales por parte de sus alumnos está detrás del notable empeoramiento de la salud mental que también han detectado en los últimos años en muchos de los estudiantes. Así lo indica el trabajo realizado por Metroscopia para la farmacéutica Viatris, para el que ha entrevistado a cinco centenares de profesores, orientadores, psicólogos escolares, jefes de estudios y directores de todo el país para determinar, desde su observación y contacto diarios, qué problemas emocionales sufren los estudiantes, cómo han evolucionado y cuáles son sus causas.
Lo primero que constata el trabajo es que el problema existe y que se agrava por momentos. La mitad de los educadores explica que todas las semanas se encuentra ante comportamientos y situaciones que delatan la existencia de problemas emocionales entre los estudiantes.
Su afirmación no solo procede de la observación sino también de informaciones de primera mano. El 52% de los docentes ha conversado en el último año con algún alumno que ha venido a contarle que tiene problemas de salud mental. En la mitad de los casos han escuchado este relato de entre dos y tres escolares, pero en una proporción nada despreciable, como es el 8%, quienes le contaron el trastorno emocional durante el curso fueron diez o más menores. Una tercera constatación que certifica el 70% es que el malestar emocional entre los niños y adolescentes es mucho más frecuente tras el 'shock' vivido por la pandemia.
Los comportamientos que observan apuntan, en su opinión, a cuadros clínicos relacionados con la ansiedad, en el 75% de casos, la depresión, en la mitad, seguidos por los trastornos de comportamiento (43%) y los alimentarios (35%). Una proporción menor, pero alta de profesores, entre el 12% y el 14%, también cree estar ante comportamientos autolesivos e ideaciones suicidas. Sin entrar en valoraciones médicas, para las que carecen de formación, lo que sí ven con alta frecuencia son problemas de concentración y cansancio, acoso escolar, sentimiento de soledad, ansiedad por los exámenes y cuadros de estrés.
Cuando se les pide que citen los tres principales factores que pueden estar dañando la salud mental de sus alumnos. Hay uno destacado sobre todos: las redes sociales. Es el más citado, por casi el 70%. Le sigue, de hecho, un vaso comunicante como es el abuso de los dispositivos electrónicos, expuesto por casi la mitad. Con las disfunciones familiares, en tercer lugar, para el 47%, y los problemas de relación entre compañeros, en el cuarto. Menos nombrados, pero citados por más del 20% están el aislamiento, las drogas o la presión académica.
El daño que los docentes creen que está haciendo la constante conexión de sus alumnos a las redes sociales es casi unánime. El 78% dice que contribuyen a que aumente el acoso escolar, el 75% le achaca un empeoramiento de los problemas de salud mental y el 42% una degradación de las relaciones sociales entre los menores.
El análisis también certifica otra idea. Los educadores no se sienten preparados para enfrentarse a este reto creciente. Tres de cada cuatro confiesa sus dificultades para identificar los problemas de salud mental en su clase, la misma proporción cree que le faltan herramientas de detección y 86% también admite su dificultad para ayudarles. La mitad dice que si en sus colegios existen protocolos para detectar y abordar estas situaciones ellos los desconocen, donde sí los hay creen que son burocráticos y lentos y echan de menos más profesionales en los centros que se puedan ocupar de este malestar emocional, como psicólogos, enfermeras, orientadores o trabajadores sociales.
A la vista de las carencias, Viatris ha reunido a una serie de profesionales que han elaborado una guía práctica de salud mental para los educadores españoles. El documento ofrece pautas para identificar las posibles señales de alarma temprana de ansiedad, depresión, trastornos de conducta alimentaria o alteraciones del sueño, y explica cómo es posible contribuir a una mejor gestión, con responsabilidad y empatía, desde el rol docente. También contempla estrategias para fomentar la colaboración con las familias y para cuidar el propio bienestar emocional del profesorado, que cree muchas veces olvidado.
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